Dada la época convulsa que nos está tocando vivir (COVID-19, alerta sanitaria, etcétera etcétera), qué menos que aprovechar las virtudes terapéuticas de la escritura y hacerse un blog.
Confesión: llevo bien lo del confinamiento. Me preocupa mi familia y ojalá salgamos todos de esta de la mejor forma posible; pero estar más en casa, así como concepto, es buenísimo para mí. He descubierto las bondades del teletrabajo, del ejercicio y de cocinar (ojalá haberlas descubierto en otras circunstancias, también). Me quedo en casita, hago mis labores y no pongo en peligro a nadie.
Por desgracia, parece que hay prisa por volver a las rutinas anteriores lo antes posible, cosa que me confunde. ¿Quién iba a querer volver a?…
- Gastar tiempo, gasolina y dinero en desplazarse al trabajo
- Tener que llevarse comida o que comprarla
- Estar lejos de familia/mascotas/plantas prácticamente todo el tiempo
- Esas reuniones que sí podrían haber sido emails
Nadie, nadie quiere, por dios. Mi mente se agota solo de pensarlo.
Hemos demostrado que trabajando desde casa podemos hacer lo mismo que desde la oficina, o incluso más y mejor. Hemos comprobado (a la fuerza) que la normalidad puede ser diferente. Aprovechemos ese conocimiento.
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